A RITMO DE TANGO
"Je
ne suis pas là pour être aimé" es el largo título de este film francés
que pese a ser estimulante en ocasiones, en general resulta fallido
al no alcanzar a cumplir sus propuestas, esa promesa del director de
realizar una cinta a ritmo de tango era muy sugerente, pero el pulso
narrativo de la cinta nunca consigue esa sensación y como mucho llega
a un vals lento mal bailado. Y es que el tango es un baile donde ruge
la pasión y esta película peca de todo lo contrario, resulta desapasionada
y fría.
El argumento gira en torno a la figura de Jean-Claude, un secretario
de juzgado de 55 años que vive inmerso en la melancolía, ya que su vida
ha sido una sucesión de fracasos sentimentales, con su mujer, con su
hijo, con su padre.... Para salir de la rutina decide apuntarse a una
escuela de tango que ve desde la ventana de su oficina y allí conoce
a Françoise, una bella mujer de 36 años que también se siente distante
a su novio en vísperas de su boda. Bailando juntos descubrirán lo que
puede unirles, pero sus mundos son tan opuestos que si inician una relación
podrían acabar haciéndose daño nuevamente.
Esta es la segunda película de su director Stéphane Brizé y el film
mezcla la comedia y el melodrama con resultados irregulares y aunque
el planteamiento y el dibujo inicial de los personajes es interesante
(incluso los secundarios como el padre gruñón, el hijo sin personalidad
o el bailarín ligón son brillantes), la carencia de ritmo narrativo
hace perder el interés paulatinamente, quedándose en tierra de nadie,
cuando podía haber sido algo emocionante y emotivo.
También resulta exasperante en ocasiones la inexpresividad del protagonista
(sin duda, algo buscado por el director, pero no por ello adecuado),
y aunque recibió bastantes buenas críticas e incluso se erigió como
favorito para el premio a la Concha de Plata al Mejor actor en el Festival de San Sebastián donde se presentó (y que le
arrebató Juan José Ballesta por "7 vírgenes"), a mi no dejaba de parecerme
una mezcla de Clint Eastwood y Takeshi Kitano, pero en aburrido. Anne
Consigny, sin embargo, le da una alternativa de optimismo y belleza
que supone un alivio para el conjunto apagado del film.
Las escenas de baile que deberían ser un eje clave en la historia y
para la evolución de los personajes, resultan sosas y se alargan en
exceso sin ofrecer nada a cambio.
Pese a todo lo dicho, no todo es malo en el film, resulta interesante en sus
planteamientos y trata temas tan universales como la (in)comunicación
de las personas, resulta paradójico que esa falta de comunicación se
traslade de la pantalla al espectador, una lástima porque el material daba para mucho más.
La acogida en el Festival de Cine de San Sebastián fue desigual, pero
una parte de la crítica y el público la destacó especialmente e incluso
recibió el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos.
U.C. (Daniel Farriol)